ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Acapulco, 15 de mayo de 2022.
Este mes, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha celebrado 33 años de haberse fundado. Sus dirigentes llevan 10 días celebrándolo, cosa que no hicieron ni en los momentos de mayor esplendor de este partido.
Pero, en realidad, es difícil afirmar ahora que el partido que nació el 6 de julio de 1988 (como lo llamó Cuauhtémoc Cárdenas), y que se constituyó como tal el 5 de mayo de 1989, sea lo mismo que ahora está de fiesta.
El 6 de julio del 88 ocurrió la primera gran elección que cimbró al partido en el poder, el PRI, y puso en jaque a todo el sistema posrevolucionario que tenía, en ese momento, al país en una situación insostenible: corrupción, autoritarismo, violencia institucional, y todo tipo de candados para la movilidad social, para la libertad de expresión, para el juego democrático.
En esa elección confluyeron, llevando como candidato a Cuauhtémoc Cárdenas (el hijo del Tata, Lázaro Cárdenas del Río), los priistas que rompieron con su partido, entre ellos el propio candidato y figuras como Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo, pero también todos los que provenían de la izquierda, del Partido Comunista Mexicano trasformado en 1984 en el PSUM, y antes de la elección, en PMS. Junto con los priistas, venían los partidos que eran conocidos como paleros del PRI, pero que usaban una vestimenta de izquierda: el PFCRN (antes PST), y el PPS; así como los ex militares metidos a la política, del PARM.
Después de la elección se sumó a lo que sería el PRD, la fracción radical de izquierda representada en el PRT, que había postulado a doña Rosario Ibarra. El PMS y la izquierda histórica habían llevado a Heberto Castillo como candidato, hasta que este declinó en favor de Cárdenas, y a figuras históricas de la izquierda, como Gilberto Rincón Gallardo, Eli de Gortari, Arnoldo Martínez Verdugo.
Ese PRD nació el 5 de mayo de 1989. De él, no queda nada, a 33 años. Y no es que los protagonistas hayan muerto con el paso del tiempo. Algunos sí murieron, pero la mayoría terminó por abandonar ese partido, y entre los fallecidos, la mayoría ya estaba en Morena o había dejado el PRD cuando llegó su final.
En Guerrero el PRD escribió páginas históricas. La represión del salinismo y el ruizmassieuismo visibilizó en la lucha electoral a una inmensidad de figuras perredistas, que destacaron durante la represión de lo que eufemísticamente José Francisco Ruiz Massieu llamó “el trimestre de los desencuentros”, como Eloy Cisneros, Bertoldo Martínez Cruz, Benigno Guzmán, Hilario Mesino, los hermanos Torres Lucena, la familia completa dueña de Tlalchapa y sus alrededores los Mora Eguiluz, Ranferi Hernández Acevedo, Saúl López Sollano, Juan García Costilla, Félix Salgado, y una larguísima fila de personalidades que sería una injusticia tratar de nombrarlos y dejar fuera a muchos. Ellos se fueron del PRD, principalmente a Morena.
El PRD no solo dejó de tener a sus militantes, sino también a sus dirigentes y a sus corrientes. En Guerrero dirige al partido el ex priista Alberto Catalán Bastida, pieza clave del ex gobernador (también venido del PRI), Ángel Aguirre Rivero. La corriente IPG fundada por Aguirre, es ahora la preponderante en el sol azteca.
Hay quienes dicen que estos neo perredistas preparan un salto para deslindarse del PRD nacional ante la eventualidad de que el partido deje de tener un registro en el país. La acotación es que, si tal cosa hacen, solo serán un grupo más que abandone al PRD (porque no serán ellos el PRD), y el partido que fundó Cuauhtémoc Cárdenas terminará por escribir su final.
Pero si todo ello no bastara, el PRD fue evolucionando poco a poco sus posturas ideológicas. Primero, durante el peñato, firmó el llamado Pacto Por México, que permitió las reformas más lesivas para el país: la educativa, la laboral que despojó de derechos a la clase trabajadora e introdujo el outsourcing como actividad legal; la reforma eléctrica, que entregó los hidrocarburos y la energía eléctrica al capital extranjero. Después, en 2018, el PRD hizo alianza con la derecha, y llevó como su candidato presidencial al panista Ricardo Anaya y combatió a quien había representado en dos ocasiones al sol azteca, Andrés Manuel López Obrador. Todavía dizque peleaban con el tricolor.
Pero en 2021, el partido amarillo fue más allá, y formalizó su alianza con el PRI, partido con el que históricamente era antagónico. Y lo hizo solo para combatir a López Obrador.
El resultado no se hizo esperar. Solo un milagro lo pudo salvar de la pérdida del registro nacional en 2018, y en 2021, quedó prácticamente desdibujado. Sin dirigentes históricos, sin corrientes vivas, sin militantes y simpatizantes, supeditado al PAN y al PRI, se quedó en la colita de la alianza conocida como PRIANRD. Después de que las cúpulas perredistas llegaron a afirmar (Ramón Sosamontes Herreramoro acuñó la frase en Acapulco) que, si a una vaca postulaba, la vaca ganaba, el PRD ahora solo tiene como discurso la diatriba contra López Obrador. No se da cuenta de que esa es una copia burda de las argumentaciones de la derecha, y que es justamente un discurso que no llega a los electores.
A nivel nacional, el PRD es una especie de franquicia en poder de un grupo voraz, pero reducido, conocido como Los Chuchos. En Guerrero, es una franquicia en poder de Ángel Aguirre Rivero. Lo más triste será cuando hasta los Chuchos y los aguirristas salten del barco, antes del hundimiento final.