ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
La designación del candidato a la presidencia municipal de Acapulco es, para el PRD, un momento que definirá su suerte como partido en Guerrero, estado que ha sido, hasta que las urnas digan lo contrario, el estado más perredista del país.
Es cierto que la baraja se ha disminuido de como estaba cuando empezó la contienda interna, hasta la fecha. Había siete candidatos, pero uno, llich Lozano Herrera, renunció al partido y la cifra se redujo; dos, Francisco Torres y Ramón Almonte, prácticamente han pasado a una posición testimonial que no los hace competitivos, y en consecuencia la verdadera batalla se centrará en cuatro: dos internos, David Jiménez Rumbo y Víctor Aguirre Alcaide, y dos externos, Marco Antonio Terán Porcayo y Joaquín Badillo Escamilla.
Hay quienes creen que la opción para el PRD estaría en postular a uno de los externos, pues así librarían la competencia interna y podrían salir fortalecidos, para atraer el voto ciudadano, además de que seguirían el patrón nacional de llevar a candidatos que no forman parte de sus filas, como es en el caso del panista Ricardo Anaya por el PRD, y del panista José Antonio Meade por el PRI.
Pero podrían estar equivocados. Primero no hay que perder de vista que los dos “externos” no son simples ciudadanos provenientes de la sociedad civil. Son personajes que apenas en la elección pasada compitieron contra el PRD, uno con las siglas del PRI y el otro con las siglas del Partido Verde.
Luego, hay que ver el tema desde la óptica interna. El PRD vive un momento difícil por el socavón que le está haciendo Morena y por el socavón que está surgiendo de su propia negociación interna. Ya se fueron muchos a seguir a López Obrador desde la elección pasada, y otros se fueron apenas comenzó este proceso, como el dirigente del comité municipal Isaías Arellano, el líder histórico de la Costa Chica, Óscar Chávez; las ex diputadas Rosario Merlín, Abelina López, Adela Román, personajes como Eloy Cisneros, Rafael Aréstegui, y un larguísimo etcétera. Otros se están yendo a mediados del proceso, como la corriente de Coduc que encabeza Sebastián de la Rosa y, posiblemente, la IPG, de Ángel Aguirre Rivero.
En ese contexto, la única posibilidad de contener un desfondamiento total, es que el PRD ponga al frente de la candidatura a un militante perredista, no un externo. La salida de perredistas, y la coyuntura que coloca al PRD en oposición a López Obrador, y su alianza con el PAN, han decolorado al partido. Su visión de izquierda ha quedado un tanto desdibujada. Poner en estos momentos a un externo –y los dos que compiten representan lo mismo: son personajes que con bandera ciudadana no dudaron en saltar de un partido a otro, y lo harían a otro si fuera el caso, pues nada les genera compromiso con el PRD; y ninguno tiene por sí mismo un arrastre ciudadano que amerite su postulación-, equivaldría a desdibujar aún más el amarillo huevo del PRD, para dejarlo en el amarillo casi hueso que usaron sus dirigentes durante la pasada visita de Anaya a Acapulco. Significaría su derrota segura.
Por eso, el candidato tiene que ser un militante. ¿Pero quién, de los dos competitivos, puede ser? Hay quienes han dicho que Jiménez Rumbo ya ganó la encuesta, aunque lo cierto es que en otras encuestas quien gana es Víctor Aguirre. El tema entonces sería en quién de los dos tiene más negativos. Para bien o para mal, Jiménez Rumbo ha dejado caer sobre sí una imagen que se mantiene con el tiempo: la de las armas a su alrededor. En un municipio asolado por el crimen, la sola visión de hombres armados junto al eventual candidato es una imagen que no cuadra para muchos acapulqueños.
El problema es que Jiménez Rumbo no intentó o no pudo quitarse esa imagen que ahora permea en el imaginario colectivo, y que será difícil remontar. Por el contrario, Víctor Aguirre tiene la desventaja de que se le vinculaba con La Montaña –aunque ya aclaró que nació y creció en Acapulco- pero la ventaja de que habiendo empezado de cero, es el único precandidato que creció hasta colocarse en posición de pelear la candidatura, y el único que podría sostener la alianza con Movimiento Ciudadano, hasta ahora empeñado en llevar como candidato al diputado Ricardo Mejía Berdeja.
Muchos son los puntos que deberán valorar los dirigentes perredistas, pero hay algunos que son clave: para no perder más militantes, debe postular un candidato interno. Para no perder votos, debe postular al mejor.
Equivocarse, estando tan resbaloso el piso, implica una derrota segura.