ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
La definición de las candidaturas en el PRI en senadurías, diputaciones federales y locales, y alcaldías, está a punto de meter en un brete a ese partido.
La situación no es sencilla. Aunque gobierna en el estado, el tricolor está lejos de tener aseguradas algunas de las posiciones más importantes que estarán en juego en la elección de este año, específicamente la senaduría y la presidencia municipal de Acapulco.
En el primer caso, se recordará que el tricolor perdió en la elección pasada frente a la fórmula que presentó el PRD -aunque más tarde recuperó una, la de Sofío Ramírez Hernández, que, en realidad, él mismo lo dice, nunca dejó de pertenecer al PRI y solo se fue al PRD siguiendo a su amigo Ángel Aguirre.
Si como dicen, Claudia Ruiz Massieu va a ir en la fórmula del Senado, es un dato no menor que ella ya sabe lo que es perder, pues perdió en la elección pasada.
El caso de Acapulco es sintomático, porque se trata del municipio que concentra 25 por ciento de la población electoral del estado, lo que implica que quien gobierna en el puerto puede convertirse en un aspirante natural, más tarde, a la gubernatura.
Pero la conformación de las fuerzas dentro del PRI parece avizorar un encuentro de trenes. En el puerto se mueven con bastante soltura varias de esas fuerzas: por una parte, el añorvismo, corriente que en la elección pasada postuló a todos los diputados locales y federales que resultaron ganadores. Los únicos dos que perdieron, el aspirante a la alcaldía, Marco Antonio Terán Porcayo, y la química Irma Figueroa, aspirante a una diputación local, no formaban parte de esta corriente. La propuesta del añorvismo es la diputada federal Julieta Fernández Márquez.
Por otra, está el renejuarismo, cuya fuerza se alcanzó a sentir hasta antes de que el ex gobernador René Juárez Cisneros renunciara a la subsecretaría de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, y que llevaba (o lleva) como su punta de lanza al secretario de Turismo, Ernesto Rodríguez Escalona. El tercero en discordia, que según dicen los corrillos políticos, se ha cobijado lo más que ha podido con el gobernador Héctor Astudillo, es el diputado federal Ricardo Taja Ramírez. Taja Ramírez proviene del añorvismo, pues se recordará que fue Manuel Añorve quien lo invitó a él y a su hermano Javier a dejar el perredismo, en el que militaban acompañando a su padre Javier Taja Mestre, sin embargo, ya como diputado federal, Taja Ramírez buscó su propio crecimiento, y cambió de alianzas.
Al final de cuentas, todos cuentan. Cuando Héctor Astudillo Flores buscaba la gubernatura, sostuvo varios encuentros con los priistas y simpatizantes de ese partido. Les pidió algo muy simple, pero a la vez que se antojaba muy necesario en ese momento: privilegiar la unidad. Solamente unidos, les dijo una y otra vez, el PRI podría ganar, pero incluso les dijo que no bastaba con ganar, sino que debían hacerlo de manera contundente.
Sin duda que el haber evitado resquebrajamientos en ese entonces fue uno de los factores que más tarde permitirían el triunfo del candidato priista, pues mientras en el tricolor lograron mantener la unidad, en la izquierda el desencuentro manchó la campaña. Luis Walton Aburto, que ahora ha regresado a la alianza con el PRD, en ese entonces caminó por su cuenta, y abonó al triunfo del PRI.
La elección donde Astudillo fue candidato, tenía un referente inmediato: en los anteriores comicios, los de 2010, los priistas se dividieron, y uno de los dos más fuertes aspirantes se fue con el PRD y luego les ganó. Por eso la elección de 2015 tuvo que ser ilustrativa: unidos, los priistas tienen posibilidades de ganar, y separados, tienen la certeza de perder. En realidad ese es el escenario para todos los partidos y coaliciones que estarán jugando en 2018, pero este caso se trata del PRI.
Por eso cuando están a punto de hacerse las definiciones de las candidaturas, el priismo enfrenta su verdadero punto de quiebre: o logra la unidad y se lanza a la contienda, como en 2015, o se fractura, y rema contra la corriente, como en 2010, cuando hubiera ganado si hubieran mantenido la unidad. De ese tamaño es el reto. Y la clave, ni dudarlo, está en la elección de quiénes encabezarán las candidaturas.