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“Prometiste no irte”, dice viuda en el último adiós a policías de Azueta

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Foto Hercilia Castro.

 

* En el homenaje no hay gente con ropas caras; las mujeres usan chanclas, los hombres, gorras y sombreros campesinos

 

HERCILIA CASTRO    /

 

Foto Hercilia Castro.

Zihuatanejo, 26 de abril de 2017. El luto interminable arropó esta tarde la Academia de la Policía Municipal, al dar el último adiós a sus elementos Cesáreo Sánchez Laguna, Pablo Cortés Hurtado y Efraín Guillen Maciel, acribillados ayer en el módulo de policía de Ixtapa.

Antes de las 15 horas, dos filas de policías estaban en posición de firme, a la espera de que llegaran los cuerpos de Pablo y Efraín, pues anoche, después de las diligencias del Ministerio Público, sus familiares prefirieron llevárselo a su pueblo, Puerto Perico.

Unos 20 policías por cada lado flanqueaban por donde pasarían sus compañeros de años de trabajo, todos muertos en cumplimiento de su deber.

Foto Hercilia Castro.

Frente a la Academia, una señora acompañada de un niño pregunta: “¿Aquí va a ser el homenaje?”.

Los reporteros asientan con la cabeza.

 “Es que uno de ellos es mi yerno”, y cruza la calle acompañada del menor, de cuando mucho, unos 8 años de edad.

Adentro todos esperan los cuerpos, el ambiente es de tristeza, algunos policías tienen el rostro desencajado, como si ellos fueran los próximos en morir. Tratan de aparentar fortaleza.

Foto Hercilia Castro.

Minutos después entra una anciana tomada de cada brazo de familiares, los policías que están firmes solo ven pasar a la mujer que apenas puede caminar por el dolor, por la edad.

Llegan conocidos, familiares, funcionarios, hijos y esposas, un padre llorando por la muerte de su hijo.

La anciana se acerca al ataúd de Pablo y rompe en llanto gritando “hijo, hijo, por qué”.

Igual su esposa, que le cuestiona por qué la abandonó, por qué la dejó a ella y a sus hijos.

Foto Hercilia Castro.

La madre no aguanta el sufrimiento, la ayudan a sentarse y le ponen alcohol en la frente, mientras que la joven esposa continúa el llanto.

También los niños, que más que afligidos en su rostro se refleja el desconcierto, la desesperanza.

No hay gente con ropas caras, son ciudadanos comunes, mujeres calzando chanclas, hombres con gorras y sombreros campesinos, en su rostro se nota trabajo, que se levantan temprano.

Como lo hacían los policías, levantarse y presentarse a cuidar y velar por la seguridad de los demás, aunque no les permitan ya portar armas.

Pasadas las 14 horas, llega Efraín en un ataúd metálico; su padre llora, aunque trata de reprimir la desazón de la pérdida de su hijo.

Los llantos se acrecientan, por Pablo, por Cesáreo, por Efraín, porque el dolor invade las casas de los trabajadores, los que mantienen vivo a Zihuatanejo.

Los compañeros de Cesáreo y Pablo les hacen guardia, incluyendo el alcalde Gustavo García Bello.

Foto Hercilia Castro.

El director de Seguridad Pública, David Nogueda hace el último pase de lista y las trompetas se tocan: “Policía segundo, Pablo Hurtado Cortés” ¡Presente!” -responden sus compañeros.

¡Policía preventivo, Efraín Guillen Maciel!

-¡Presente!

-De igual forma –dice el director- haré pase de lista de un compañero que no está presente: ¡Cesáreo Sánchez Lagunas!

-¡Presente! –replican sus compañeros.

Después, los policías levantan los ataúdes mientras les echan agua bendita en sus cajas.

El cuerpo de Cesáreo, solo está presente en una foto con una pequeña veladora.

Cuestionado al final, el director de Seguridad Pública, aseguró que este es el primer ataque en la administración de García Bello que sufren los elementos policiales de Zihuatanejo.

Los gastos funerarios y de seguridad social, fueron cubiertos por el ayuntamiento, no así la seguridad de los mismos policías, por los que ahora, sus familiares llorarán siempre.

 

 

 

 

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