JORGE MARTÍNEZ DIONICIO /
Tixtla, 30 de octubre de 2019. La entrada de la carretera Chilpancingo-Tixtla, desde las alturas, luce espectacular. Los colores amarillo, morado, rosa, rojo y blanco se observan desde el poblado de Ayotzinapa, municipio de Tixtla, en Guerrero, como si fueran gigantescas alfombras colocadas en esas hectáreas de terreno.
Son las flores de cempasúchil, terciopelo, petunia y girasol.
Los campos de cultivo en esa ciudad son testigos del arduo trabajo de Don Bernabé, quien indica, secándose el sudor de su frente, que la siembra de estas tradicionales flores la inició su bisabuelo en 1908.
“Aquí sembramos alfalfa, maíz y en este tiempo de los muertitos también cosechamos flor de cempasúchil y terciopelo, que son las más vendidas por la llegada de los días de los difuntos”. Explica mientras excava en una hectárea de su terreno para colocar las semillas.
Otro de los campesinos, de nombre Hipólito, saluda amablemente. Al preguntarle cuánto cuesta el manojo de flor de cempasúchil, comenta que 70 pesos, también por el mismo precio se adquiere la de terciopelo.
Don Hipólito indica que a finales del mes de julio y principios de agosto es cuando comienza la siembra; primero se hacen surcos en la tierra, se excava y se coloca una pequeña semilla.
“Tiene su chiste, porque no nada más es sembrar y ya, tiene uno que estar viniendo a darse sus vueltas para que no les caiga lo que es la plaga que hace que se echen a perder”, advierte.
Al caminar por esas grandes hectáreas de terreno don Hipólito sigue explicando que, la siembra de estas flores se hace por tradición y no tanto por una gran ganancia económica.
“No se le gana mucho, pero con esta siembra se logra que estas flores crezcan nos queda la satisfacción porque nuestros muertitos tendrán flores, les llevarán flores en su día”, sostuvo don Hipólito.
Don Bernabé que tiene también su sembradío ahí, pegado al de don Hipólito, nos cuenta que el manojo de flores cuesta 70 pesos, y que más o menos en una hectárea de terreno sacan 70 manojos, lo que equivale a 4 mil 900 pesos por hectárea.
“Yo tengo cuatro hectáreas, así que de julio que es cuando comienza la siembra hasta noviembre vengo sacando 20 mil pesos, es poco porque son casi cuatro meses que estamos aquí en friega”, comenta don Berna, como cariñosamente se le dice entre los amigos mientras su voz se escucha agitada por el esfuerzo físico que implica el excavar para sembrar alfalfa.
Nos informa que no toda la flor se logra, ya que mucha de esta se echa a perder cuando le cae la plaga y, también señala, que para poder curarla se necesitan cuatro litros de insecticida, el cual no todos pueden pagar, ya que cuesta 800 pesos el litro.
“Yo desde niño estoy aquí, vi como mi bisabuelo trabajó estas tierras, mi abuelo y después mi padre, y ahora lo hago yo, es algo bonito, sentir lo que ahora estás sintiendo tú, este aire, ¿A poco no?”, comentó don Berna que también sonreía y a la vez se escuchaba cansado.
Al invitarlo a sentarse para realizar una entrevista, Don Berna, pidió una disculpa y dijo que no podía hacerlo. “Se me enfría el cuerpo y después es más difícil continuar”, explicó.
La flor de cempasúchil, es la flor de una planta conocida como tagete, clavel chino o clavelón de la India. En México, se la llama flor de los muertos o cempaxóchitl. Su nombre científico es Tagetes erecta. La palabra “cempasúchil”, como tal, proviene del náhuatl y significa “veinte flor” o “flor de veinte pétalos”.
La flor de cempasúchil es una flor con un gran valor simbólico en México, especialmente en la celebración del Día de Muertos. Además de esto, la flor es también utilizada en el mundo de la jardinería por sus virtudes ornamentales. Debido a su popularidad y singularidad, también se realizan manualidades de papiroflexia reproduciendo esta flor en papel.
El cempasúchil es una especie de flor autóctona de México y de América Central. La planta de la cual brota puede llegar a alcanzar más de un metro de altura. Se reproduce por semillas, y su época de floración es durante el verano y el otoño. Su flor es muy aromática y su color oscila entre el amarillo y el naranja.
Los dos personajes de esta historia tenían una peculiaridad en común; a pesar del esfuerzo diario sonreían y a la vista de toda la gente que acude al poniente de la ciudad de Tixtla para comprar flores para los muertos, eran muy amables.
Por último explican a este reportero mientras se daba la despedida, que esas flores son las que se expenden en mercados, el de Tixtla, el de Chilpancingo, incluso se pueden comprar en centrales de abasto como el de Iguala y Acapulco (ANG)