MARCOS PAZ GÓMEZ /
A los compañeros del Stooaeg, con quienes nos une una gran historia
Acapulco, 02 de septiembre de 2021.
¿Cómo contar una historia, o la historia de algo, desde su concepción, su nacimiento, o desde la épica? En mi caso, prefiero hacerlo desde la última, pues sin la épica esta organización poco podría entenderse, la épica está en su naturaleza, por la épica se dieron a conocer, por la épica han subsistido, muchos a la épica le dan características sobrenaturales, algunos más de inexplicable, pero para ellas y ellos la épica no es otra cosa que la lucha por sus derechos, por la reivindicación de su condición de clase, por justicia, pero sobre todo por dignidad.
El martes 15 de marzo del 2011 un grupo de 10 trabajadores afiliados al Stooaeg (Sindicato de Trabajadores de Organismos Operadores de Agua en el Estado de Guerrero), llegaban a sus centros de trabajo de la Capama; con la intención de llevar acabo su jornada de trabajo, para al final del día pasar a retirar parte de o la totalidad de su quincena, la planificación del día no se llevó a cabo tal cual, tuvieron que esperar pues la empresa venia presentando regularidad irregular en el retraso del pago a las quincenas. La Capama (Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco) es la empresa paramunicipal encargada de la captación, distribución y tratamiento del agua potable y las aguas negras del municipio de Acapulco, opera con recursos, personal y equipo propio, es una de las columnas vertebrales del desarrollo en el municipio o debería serlo, pero tradicionalmente las administraciones municipales la han convertido en la caja chica de los alcaldes y directores en turno, llevándola a una situación de quiebra financiera. Cosa curiosa, al ser una empresa única en su tipo no debiese encontrarse en dicha situación, pero la han orillado a ello con toda la intención de la privatización del servicio de agua potable, ambición desmedida que los anteriores gobiernos neoliberales no lograron concretar, pero que han tenido en la mira los pequeños oligarcas tropicales en amasiato con los políticos locales semifeudales.
El 22 de marzo al exterior del edificio central ubicado a escasas cuatro cuadras del zócalo del puerto, banderas y playeras rojas se aglutinan, un par de bocinas aparecen, una mesa plegable de dos metros de largo blanca, 15 bancos de plástico, rostros curtidos por el sol, canas, caras con lentes y bajo los lentes los años, empieza la acción, los agremiaos al Stooaeg, se citan a asamblea, y deciden, asamblea y paro permanente, hasta la reinstalación de los compañeros despedidos.
Llega la solidaridad, organizaciones sociales, campesinas, populares, otros sindicatos democráticos se presentan y toman la voz, dan el respaldo y apoyan de alguna manera, mientras pasan las horas la asamblea sorprende al tomar una decisión única en su tipo, se instalan en huelga de hambre con cuatro compañeros y cada día que transcurra se sumaría uno más, decisión asumida voluntariamente y respaldada por la organización; mientras la autoridad tenía planeada una campaña de descredito y persecución los sindicalistas cambian totalmente el tablero y se posicionan a la ofensiva, desarman los argumentos que la administración tuviera y deciden dar la lucha en una forma que no se había visto antes por la defensa de los derechos de los trabajadores en el puerto.
Los días transcurren, las tensiones crecen, el acoso se agudiza, la salud de los huelguistas decae, pero el orgullo y la dignidad los mantiene a flote, la solidaridad de las organizaciones y vecinos les alimenta el espíritu.
El 5 de abril, pasadas las 9 de la mañana, después de noches oscuras y días tensos, de preguntarse qué hacer, de pensar cada decisión 10 veces, de tener que caminar con la incertidumbre y el temor de si alguien por la espalda los seguía, después de que unas hormiguitas rojas se enfrentaran a un elefante, se levantó la huelga de hambre, de los cuatro compañeros que iniciaron el número alcanzó los 10, no hubo concesiones, no se rindió la lucha, ocho de los compañeros despedidos lograron ser reinstalados, el sindicato que era legal y tenía la documentación en regla fue reconocido como uno de las dos organizaciones al interior de la empresa, aunque esta se encuentre en contubernio con el sindicato charro u oficial, lograr el reconocimiento fue un triunfo pues lo que no se nombra no existe, el desistimiento de las acciones legales emprendidas por la administración, la renuncia del director de la paramunicipal de ese entonces, quien tuvo que tragarse su espuma derivada de la rabia que le dio al no poder con un “sindicatito” como él le llamaba.
Los compas a veces creen que obtuvieron muy poco, pero a 10 años de la épica, nos dieron grandes lecciones, le enseñó a muchos que se podía luchar y no traicionar a los compañeros, que los condenados a perder también triunfan, por espacios breves pero triunfan, logró hacer notorio al sindicato, logró que en Acapulco, cuando se hable de luchas, nadie pueda omitir que hubo una huelga de hambre y que un sindicato pequeño combatió de tú a tú con el poder, creo que esa es su mayor victoria.