ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
La postulación de Ricardo Taja Ramírez como candidato del PRI a la presidencia municipal de Acapulco estuvo precedida por un hecho insólito: la denuncia de la artista plástica Elisa Medina, conocida como Elisa Rank, de haberla agredido al parecer en estado alcohólico, y de que sus guardias, armados, la encañonaron.
Ese hecho, ocurrido días antes de la postulación, generó un efecto inesperado: Taja dejó de verse en público. No desmintió la acusación que la artista hizo pública en sus redes sociales, solo guardó silencio y evitó dejarse ver, quizá como una forma de eludir cuestionamientos de la prensa por ese motivo. Aunque el tema se mantuvo en las redes sociales, fue contundente, al grado de que, en los días siguientes, Taja siguió practicando esa política del avestruz.
El sábado pasado llevó a cabo un encuentro político con jóvenes, pero convocó a los reporteros a ese mismo acto dos horas después, de modo que cuando estos llegaron ya no había ni rastros de nada; lo mismo ocurrió al día siguiente, el domingo, con la convención municipal en la que fue ungido como candidato: se realizó a las 9 pero a los reporteros se les informó que se realizaría a las 11, por lo que otra vez llegaron cuando ya todos se habían ido.
Esta estrategia, sin embargo, no ha logrado más que recordar al priista que se encuentra en un terreno movedizo porque, a diferencia de otros años, el PRI no tiene todas las condiciones para ganar Acapulco. La cerrazón, la arrogancia y la exclusión como norma de conducta, no van a llevarlo por buen camino.
En principio, Taja Ramírez tendría que asumir que va a competir en un municipio donde es evidente la preminencia de un grupo político dentro del PRI al que él perteneció al ingresar a este partido y que lo impulsó para ser diputado federal, pero al que luego traicionó y contra el que se alzó cuando se sintió cobijado en otra parte. Ahora, sin embargo, tendrá que buscar el acercamiento con sus antiguos aliados porque simplemente sin ellos no podrá competir. Pero es significativo que el sábado por la tarde, no haya acudido al cierre de precampaña de los precandidatos al Senado en la sede del PRI municipal y los precandidatos a las diputaciones federales y locales en los distritos de Acapulco, donde Manuel Añorve y Gabriela Bernal se llevaron el papel estelar.
Cuestiones de agenda, se dijo, habían impedido su presencia en el acto multitudinario. Pero la lógica es que si busca ganar, su agenda tiene que adecuar. A menos que quiera enviar un mensaje específico.
Tal vez Taja está jugando a las escondidillas porque también tiene pendiente un asunto, un cobro que le fue reclamado en unas cartulinas al principio de su gestión como diputado federal, por gente que le ayudó en su campaña a las que no les cumplió. El candidato sabrá quiénes son, y sabrá cuánto y por qué debe, y si debe o no debe, pero el reclamo fue un hecho público y notorio.
El PRI en Acapulco ha tenido otras acciones que no ayudan al candidato. Las más significativas son las exclusiones del cetemista Rodolfo Escobar Ávila, quien quiso inscribirse como precandidato a la alcaldía y fue ninguneado; y de Yoshio Ávila, quien buscó ser el único precandidato joven –pese al discurso del PRI de dar cabida a los jóvenes- y fue excluido para favorecer a Pilar Vadillo Ruiz.
Escobar Ávila está siendo orillado a sumarse al Panal con Rubén Figueroa Smutny y Yoshio Ávila es posible que pronto anuncie su salida del PRI para sumarse a algún otro partido político. Pero en realidad, no había ninguna necesidad de actuar de esta manera, pues Rodolfo Escobar difícilmente le podría quitar la candidatura a Taja cuando este cuenta con todo el apoyo de la dirigencia del PRI y del gobernador Héctor Astudillo, y Yoshio Ávila pudo tener la oportunidad de competir contra Pilar Vadillo y habría sido un buen mensaje de madurez política dejar que ambos lucieran sus prendas en una competencia interna.
Pero el candidato del PRI en el municipio no parece darse cuenta de estas circunstancias. Tampoco parece darse cuenta de que el factor Figueroa Smutny a través del Panal no va a jugar en contra de ninguna de las otras coaliciones, sino solo contra el PRI y repetirá el episodio protagonizado hace tres años entre Joaquín Badillo Escamilla y Marco Antonio Terán Porcayo, ambos ahora en el PRD.
A esto habría que agregarle los factores externos: el municipio es gobernado por el PRD, y la campaña de Andrés Manuel López Obrador por Morena va a atraer muchos votos, mientras el candidato priista José Antonio Meade no logra despegar. Enfrente, además, tendrá a candidatos fuertes por las otras dos coaliciones.
Y todos estos factores jugarán en contra de su candidatura, así que, fácil, fácil, no la tendrá el hijo de Javier Taja Mestre, el ex líder del Barzón en el puerto.