Eloy Cisneros Guillén recibió este miércoles 28 de noviembre, del Congreso local, la presea Eduardo Neri, que se otorga a ex legisladores con una trayectoria destacada; el dos veces preso político, diputado local entre 1996 y 1999, profesor universitario, ex dirigente estatal del PRD y fundador del Frente Progresista Guerrerense, recibió el reconocimiento en nombre de los luchadores sociales que fueron asesinados por sus luchas. A continuación, el texto íntegro de su discurso
ELOY CISNEROS GUILLÉN /
Vengo a esta soberanía, no en nombre propio, vengo en nombre del reclamo de justicia social, económica y política de cientos de miles de guerrerenses que siguen padeciendo los estragos de un sistema político-económico rapaz, que, durante más de tres décadas, ha dejado arraigadas profundamente la pobreza y la injustica.
Vengo en nombre de los movimientos sociales que durante décadas y décadas siguen luchado por la paz, la justicia y el progreso para nuestro pueblo.
Vengo en nombre del respeto y defensa de los derechos humanos, pues constituye la piedra angular sobre la que descansa toda democracia, cuando ésta es verdadera.
Vengo en nombre de la memoria de los compañeros y compañeras que nos han dejado en el camino de esta lucha hacia un país mejor, y de todos aquellos que han sido asesinados por la misma lucha, como Armando Chavarría Barrera, Arturo Hernández Cardona, Ranferi Hernández Acevedo, Rocío Mesino Mesino y otros tantos más. Crímenes que, hasta hoy en día, carecen de la elemental justicia, es decir, se encuentran en total impunidad.
Vengo en nombre del reclamo de justicia para los 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Brugos”, desaparecidos en Iguala en septiembre de 2014, porque constituye el hecho más abominable de violación de los derechos humanos en los últimos años y, dónde las agencias de seguridad del Estado Mexicano tuvieron parte de los hechos. La verdad y castigo a los culpables es la exigencia, no solo de los familiares, sino el pueblo.
Señoras y señores
Hace décadas ser de izquierda constituía un delito grave; enarbolar ideas revolucionarias, progresistas y esperanzas de justicia, era para el régimen la mayor ofensa. Así como lo fue la voz de Eduardo Neri cuando pronunció aquel célebre discurso en la Cámara de Diputados con el que protestó contra las arbitrariedades del tirano Victoriano Huerta.
El luchar por un país de libertades, constituía y sigue constituyendo una amenaza para un régimen anacrónico que, hasta la actualidad, se niega a morir. Las libertades políticas eran y siguen siendo, en muchos sentidos, letra muerta en nuestra Constitución, y por ello el surgimiento de los grandes movimientos estudiantiles, populares, obreros y campesinos, y para muchos más, la lucha armada y clandestina se convertía en el único recurso de protesta.
La democracia ha sido una quimera y por tanto la participación política del pensamiento progresista ha sido reprimida a sangre y fuego.
Precisamente fue en el contexto de todas estas luchas, que el régimen -que un día Vargas Llosa bautizó como “La dictadura perfecta”-, se vio obligado a iniciar lo que se llamó el proceso de apertura hacia la democracia en 1977. Pero no ha sido nada sencillo, la representatividad otorgada en los congresos a las fuerzas opositoras, apenas alcanzaba para que en tribuna se denunciaran las atrocidades del régimen. Las instituciones electorales eran directamente controladas por el Estado y de aquí surgió el gran fraude de 1988 que laceró profundamente no solo el acontecer político, sino lo social y económico, porque ese sexenio se distinguió por haber reproducido las prácticas más detestables y brutales del régimen.
Muchos compañeras y compañeros fueron, en esos años, asesinados cobardemente por la lucha democrática.
El pueblo de México no ha dejado de luchar. La presión social obligó a una mayor apertura democrática, y fue hasta 1996 que se logró la autonomía de las instituciones electorales. Este hecho permitió que las fuerzas opositoras fueran recobrando mayores espacios en el poder público y el reconocimiento pleno de la lucha político-electoral para cambiar las condiciones económicas y sociales de nuestro pueblo. Pero habría que decir que hasta hoy, esas instituciones dejan mucho que desear, la confianza que la sociedad tiene sobre ellas apenas llega al 34 por ciento, así lo dice el Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México.
Pero no solo las libertades políticas importaban. El sistema económico reprodujo una redistribución sumamente desproporcional de la riqueza y generó una profunda pobreza en la inmensa mayoría del pueblo, convirtiéndola en una mal endémico para nuestro país. En este contexto, históricamente el estado de Guerrero ha sido el poseedor de los peores niveles de pobreza, marginación y rezago social, solo compitiendo por el primer lugar con Oaxaca y Chiapas. Estas condiciones reflejan no solo la injusticia social, reflejan el estado de desigualdad y discriminación, las nulas condiciones de desarrollo, la impunidad y la corrupción, porque sin estos elementos, sería imposible explicar la pobreza en que vive la mayoría del pueblo guerrerense.
Ser de izquierda es tener una concepción crítica y progresista de la realidad. Y en este sentido, habría que preguntarnos: ¿Qué beneficios tangibles ha tenido el pueblo guerrerense de los gobiernos emanados tanto de la izquierda como del partido en el poder? ¿Cuáles son los resultados de todos esos esfuerzos por erradicar las deplorables condiciones en que vive la gran mayoría de nuestro pueblo? ¿Qué futuro estamos ofreciendo a nuestras niñas y niños, y a nuestros jóvenes? Estos cuestionamientos no son una ocurrencia. De acuerdo con los resultados de las mediciones de la pobreza del Coneval, la política social a nivel federal y local ha sido un rotundo fracaso, porque no ha sido capaz de sacar a un solo ciudadano de la pobreza. De este tamaño es la ineficiencia de la política social del Estado.
Pero no solo la pobreza lacera a nuestra sociedad. Existen otros problemas gravísimos como el tan quebrantado Estado de Derecho, en el que la impunidad es el común denominador de tantos y tantos crímenes que solo alimentan a diario las estadísticas de homicidios en nuestra entidad.
La exigencia de justicia a las violaciones sistemáticas a los derechos humanos, sigue siendo hoy la consigna de nuestras luchas sociales. La desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa es una cuenta pendiente que tiene el Estado mexicano con el pueblo de México, y por la cual, seguiremos luchando sin descanso para que haya verdad y justicia. Y por ello, desde esta tribuna exigimos: ¡su presentación con vida y castigo ejemplar para los autores intelectuales y materiales! ¡Ni un hecho más de desaparición forzada!
La inseguridad galopa por todos los rincones de nuestro estado. Este problema no es de hoy, se ha ido gestando y afianzando desde hace ya varios años, se ha arraigado en nuestra sociedad, y toca por igual a todas y todos sin importar condición social, raza, color, sexo. A tal grado se ha llegado, que hace apenas unos días, un grupo de paramédicos y voluntarios de la Cruz Roja, en una misión humanitaria en la zona norte, fue agredida por la delincuencia con saldos mortales, hechos por demás inadmisibles y desde aquí hacemos la más enérgica protesta contra la crueldad. Y demandamos a los gobiernos en sus distintos niveles, seguridad a la que están obligados a proporcionar al pueblo de Guerrero y de México.
Hoy en día, resulta urgente cambiar el curso de la historia, la ruta de la desgracia y del desánimo no debe ser opción. La esperanza de lograr un país mejor, debe ser la bandera de todas y todos, del Estado y sus instituciones, de las organizaciones de la sociedad, de los partidos políticos, de las organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil, porque solo así, con el concurso de todas y todos, cada cual, en su justa dimensión, lograremos desterrar para siempre la pobreza, la marginación, la injusticia, la corrupción, la impunidad y la inseguridad.
Recibo esta presea Eduardo Neri Reynoso, no en reconocimiento a mi persona, sino porque significa un reconocimiento a la lucha social por democratizar nuestro país, a la lucha porque los derechos humanos sean una realidad, a la lucha contra la injusticia y la desigualdad. Un reconocimiento para todas y todos quienes lucharon y siguen luchando por las libertades de nuestro pueblo.
Señor gobernador constitucional de nuestro estado, magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia, señoras y señores diputados de la Sexagésima Segunda Legislatura, presidentas y presidentes municipales, amigas y amigos compañeros entrañables de la lucha social:
¡Un Guerrero mejor, sí es posible!
Muchas gracias.